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Friday, February 09, 2007

In December 1974 we travelled to Buenos Aires for the first time since our departure five years earlier.

Con la abuelita, Alejandrina y los sobrinitos: Tony, Mariana, y Pablito.


We found the city in a very nervous general state. Everywhere the ghost of revolution and/or terrorism kept everyone on tenterhooks. People were suspicious of each other and the causes of that feeling of unease varied from person to person.

López Rega was governing with Isabelita at his side, or vice versa. On television the coffins of Evita, whose body had recently been discovered and repatriated from Italy and Perón, who had just died, were shown at regular intervals throughout the day.

In the streets, the notorious Ford Falcons were making their presence felt in the city centre by circulating with men armed to the teeth in full view, their weapons sticking out of the windows; rumours of disappearances were already common.
Our constant feeling during the month we spent in Buenos Aires was of fear at the possibility of our passport being held and of not being able to return to London. This wasn’t helped by an incident at the Central Police Department where it was compulsory for every visitor to renew their passport. We had waited 5 hours in line to start the procedure and when we came out of the building I took a photo of the long queues still outside. Immediately, a man behind us asked what we were doing and when told that those queues were unbelievable and we wanted to keep a photo as a memento, he firmly asked us to accompany him. It turned out that he was a plain-clothes policeman; without explanations he took us inside where uniformed armed guards, holding machine guns, ordered us to sit down and wait.
All the time we waited I was sure Oscar and I would be separated and taken somewhere, perhaps tortured or at least beaten up, and we would never see each other or our families again. I remember thinking “My aunt knows we were coming to the Police Department, she’ll know where to look for us when we disappear”.

A man who was sitting behind a desk asked us questions after a while. In the end he let us go prior removal of the film from the camera, saying that we couldn’t go and denigrate the country abroad.
He realized that we were just a pair of idiots and he minded what they thought of the country abroad but not what was really happening in it.

I remember leaving the building with Oscar and starting to run without looking back. A week later, with great relief, we collected our passports. Perhaps we were paranoid, but I will never forget the terror I felt during the wait inside that office and the unease we felt during the rest of our stay, until we boarded the plane back to England. Things went from bad to worse, friends disappeared or were killed in the streets and in 1976 the military coup brought the Junta to government and real terror to the whole country. We couldn’t return until their fall after the Falklands war and the reinstatement of democratic elections.

En diciembre de 1974 viajamos a Buenos Aires por primera vez desde nuestra partida, cinco años atrás.

Buenos Aires se encontraba en un estado de gran nerviosidad general. El fantasma de la revolución y /o el terrorismo mantenía a todo el mundo en tensión. Sospechaban los unos de los otros y reinaba el desasosiego en todas partes. Perón acababa de morir y López Rega estaba gobernando con Isabelita, o viceversa. Los féretros de Evita, cuyo cuerpo había aparecido en un cementerio de Milán bajo un nombre ficticio y Perón, que acababa de morir, aparecían en televisión a intervalos durante todo el día.

Alejandrina en su patio

Por el centro circulaban hombres armados hasta los dientes dentro de Ford Falcons con las ventanillas semiabiertas y armas asomando amenazadoramente; ya se empezaban a oír rumores de desapariciones.
Durante todo el mes que pasamos en Buenos Aires nos preocupamos por la posibilidad de que nos retiren los pasaportes y de no poder volver a Londres. Ese miedo se acentuó cuando fuimos a renovar los pasaportes al Departamento de Policía, como era obligatorio. Tuvimos que hacer una cola de cinco horas para empezar el trámite y cuando salimos las colas seguían tan largas como cuando entramos. Estupidamente se me ocurrió sacar una foto de la gente esperando. Inmediatamente un señor, que estaba parado atrás nuestro, nos preguntó qué hacíamos y al responderle que sacaba una foto para tener de recuerdo de esas insólitas colas, nos dijo que lo acompañemos adentro. Era un policía de civil y nos llevó a una oficina donde los guardias uniformados y armados nos ordenaron sentarnos y esperar.
Durante la espera se me ocurría que me iban a separar de Oscar y nos llevarían a algún lado, quizás a golpearnos o torturarnos. Que no volveríamos a ver ni el uno al otro ni a nuestras familias. Recuerdo que pensaba “Mi tía sabe que veníamos al Departamento de Policía, ella va a saber dónde buscar cuando no volvamos.
Después de un rato un hombre sentado detrás de un escritorio nos hizo preguntas. Nos dijo que no podíamos ir al extranjero a denigrar al país, le quitó la película a mi cámara y nos dejó ir. Pienso que se dio cuenta de que eramos dos idiotas y lo que le interesaba era lo que pensarían del país en el extranjero pero no lo que realmente estaba pasando.
Me acuerdo que salimos corriendo con Oscar sin mirar para atrás. Volvimos una semana después a recoger los pasaportes, con gran alivio. Es posible que fueramos un poco paranoicos pero nunca me voy a olvidar del miedo que sentí mientras esperábamos en esa oficina y el nerviosismo que sentíamos durante el resto de nuestra estadía, hasta que subimos al avión de vuelta a Inglaterra. Las cosas se pusieron peor, amigos nuestros desaparecieron o fueron baleados en las calles y en 1976 el golpe militar trajo al poder a la Junta y verdadero terror a todo el país. No pudimos volver hasta después de la guerra de las Malvinas que resultó en la derrota de los militares y el llamado a elecciones.

2 Comments:

Blogger Danixa Laurencich said...

excelente historia, para muestra vale un botón ,no?...así era, nuestra querida argentina, qué estupidez, qué macabra estupidez!
un abrazo

3:23 pm  
Blogger Patricia said...

Sí, lástima que pagaron el pato tantos pobres chicos con ilusiones y mucha valentía.

8:44 pm  

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